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Desigualdad regional en México

Mar,Jun,2025 | Sociedad

Una nación, dos realidades

La desigualdad regional en México: A veces somos sola nación, sí, pero a veces parece vivir en distintos tiempos. En el norte, ciudades como Monterrey, Tijuana o Chihuahua bullen con fábricas, inversión extranjera y zonas industriales de punta. En el sur, en cambio, estados como Chiapas, Oaxaca o Guerrero siguen atrapados en la marginación, donde más de la mitad de sus habitantes viven en pobreza, muchos sin acceso siquiera a lo más básico.

Esta fractura no surgió de la nada, ni es cosa de los últimos años. Es el resultado acumulado de décadas —si no siglos— de decisiones políticas desequilibradas. Gobiernos centralizados, planes de desarrollo enfocados en lo exportable, y una élite que ha volteado más hacia el norte que hacia adentro, han profundizado la distancia.

mapa de mexico con el porcentaje de poblacion rural

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Las claves olvidadas: seguridad, infraestructura y educación

Si uno se detiene a pensar, los ingredientes del desarrollo no son ningún secreto. Seguridad, infraestructura y educación: eso es lo que hace florecer a cualquier comunidad. Pero en amplias zonas de México, estos elementos siguen ausentes.

¿Cómo emprender un negocio si cada semana hay que pagar “cobro de piso”? ¿Cómo avanzar si ni siquiera hay calles pavimentadas o una red eléctrica estable? ¿Cómo salir de la pobreza si las escuelas públicas carecen de maestros, materiales, o techos que goteen?

Se dice fácil, pero la falta de estos tres pilares condena a millones a sobrevivir en lugar de vivir. No es que falte talento ni ganas. Lo que falta es un suelo firme donde pisar.

El desarrollo industrial… pero solo para algunos

El norte del país ha sido favorecido por su ubicación estratégica, junto a Estados Unidos, y por tratados comerciales como el TLCAN (hoy T-MEC). Las inversiones han seguido esa ruta, construyendo carreteras, aduanas y centros logísticos pensados para exportar productos, no para conectar mexicanos.

Mientras tanto, el sur, a pesar de su riqueza natural y cultural, fue visto más como un territorio a subsidiar que a desarrollar. En lugar de fomentar industria o innovación, se apostó por programas sociales que, aunque necesarios, no generan crecimiento a largo plazo.

La desigualdad regional en México, Un país sin clase media sólida

En estas condiciones, soñar con ser un país del “primer mundo” suena lejano. ¿Cómo aspirar a ese estatus si gran parte del territorio carece de seguridad jurídica y social, si la desigualdad es estructural, y si no se garantiza siquiera el acceso a servicios básicos?

Resulta insultante que mientras zonas rurales de Chiapas u Oaxaca aún esperan drenaje o una escuela funcional, en otras partes del país se compite por ver quién construye el rascacielos más alto o el resort más lujoso para turistas extranjeros.

¿Y qué se ha hecho?

Proyectos como el Tren Maya o el Corredor Interoceánico son intentos visibles de integrar al sur. Pero muchos los miran con escepticismo. Si no se acompaña con cambios de fondo —una reforma educativa real, redistribución fiscal justa y atracción de inversiones productivas— seguirán siendo parches, no soluciones.

¿Quién gana con esta desigualdad?

Algunos sí ganan. Empresarios que se benefician de mano de obra barata. Políticos que administran la pobreza como capital electoral. El sistema no cambia porque, para unos cuantos, funciona tal como está.

¿Y la salida?

No hay recetas milagrosas, pero hay rutas claras: descentralizar el poder económico, invertir con seriedad en educación de calidad en el sur, ofrecer incentivos fiscales a quienes se atrevan a sembrar industria fuera del Bajío y del norte. Y por encima de todo, garantizar justicia y seguridad para todos, no solo para quienes viven en zonas “protegidas”.

Unidad sin equidad es ilusión

México no puede hablar de unidad si mantiene dos realidades tan distantes. Un niño que crece en una colonia de Monterrey y otro en una aldea de Oaxaca no tienen hoy las mismas oportunidades. Y eso, en pleno siglo XXI, debería indignarnos a todos.

El primer paso es dejar de negar la herida. El segundo, empezar a cerrarla.

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